miércoles, 20 de febrero de 2013


ADIÓS, VERANO, ADIÓS

Querido Verano… Pocos te quieren lo que yo. A mí me gustas tú más que a un tonto un lápiz. Otros prefieren el calor hogareño del invierno, la desidia otoñal o la luz de la primavera. Yo prefiero tus tardes infinitas al sol; las noches cargadas de magia. Y esa mañana fresca que me renueva cada día.
Te escapas una vez más entre mis dedos, mezclándote en los días de septiembre que nunca se deciden a darle color al otoño o a seguir pintándote a ti. Un mes hecho para volver.
Te echaré de menos. Cuento mentalmente meses, semanas, días, horas, para reencontrarme con tu calidez. Con el sol calentándome la cara y con la noche como testigo de un millón de secretos. Adornada de estrellas. Quién fuera Neruda.
Se quedan las calles vacías. Cada mochuelo a su olivo, susurra un eco extraño. Aguantaré con estoicismo el reclutamiento obligado y la incomprensión. Como todo friolero del sur.
Cuando a las seis de la tarde sea casi noche cerrada, pensaré que ya queda menos para volver a verte. Y la calle se llenará de luz con los recuerdos de tu última visita. Y vestida de cebolla –capas y capas- mis pies se mojarán en la orilla de la playa.
Quizás me recoma la desazón de creer que no volverás a ser la maravilla del último año. Unos días cargados de buena compañía, paseos al atardecer. Siestas con el Tour de Francia de fondo. Coches. Casas abandonadas. Cerrar bares. Y volver a ver la luz del sol.
Hay quien se recrea en la soledad de los días invernarles. Yo no soporto esa melancolía obligada. Ni siquiera abren la jijonenca para quitarme la nostalgia con un polo de coco. Sittin’ on the dock of the bay repica en mis sienes…


Nati Montes Barqueros

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