CIBERVIDA (I)
Con el tema de
las nuevas tecnologías, a veces pienso que nos han jodido mayo con tanta flor.
Me explico. Bien que nos comuniquemos de una manera fácil y asequible. Bien el
intercambio de datos; la comodidad, la rapidez. Pero, como todo, tiene su
contrapartida y es el juego sucio que se ejerce sobre las interacciones
humanas. Cuánto padecimiento innecesario al comprobar que el whatsapp que enviamos llegó antes que la
última conexión del interlocutor.
No hablemos de redes
sociales, donde un inocente brazo sobre un hombro desconocido, hace saltar la
chispa… O que estés encerrada en casa pensando que tus amigos están igual y
descubras que su vida social avanza mientras que tu dormitas en el sofá viendo
“Se llama copla”. Un desastre.
Respecto a facebook, tengo que admitir que he
desarrollado cierta dependencia al “Me gusta”.
Experimento una desagradable sensación de fracaso si alguna de mis
publicaciones no alcanza, al menos, unos diez pulgares hacia arriba. Por no
hablar de lo poco elegante que es ese ponerme verde de envidia con el éxito de
las publicaciones de los demás.
Quizás, a
veces, tampoco veamos lo mejor de nuestro círculo social (pequeño inciso:
nuestros amigos-facebook no coinciden
en el espacio-tiempo con nuestros amigos reales. Por cierto: tengo que hacer
limpieza…). Personalmente, cualquier “Me gusta” me hace dudar de las
intenciones de alguien (esas fotos de niños malitos…). Y más de un ídolo ha
caído por una publicación con una falta de ortografía furtiva, entre otras
debilidades.
La gente se
descubre sola, ignorando un comentario, no contestando a un privado o no
devolviendo un toque. Eso, hoy en día, está a la altura del desagravio de
volverte la mirada para no saludarte. Qué falta de tacto.
Como el de los
abanicos, el lenguaje de las redes sociales es extraño y difícil de dominar.
Seguiremos intentándolo.
Nati Montes Barqueros
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