ASIGANTURAS
PENDIENTES
Tengo que
admitir que soy víctima de un shock post-traumático. Aún quedando lejanos ya
los tiempos en los que terminé la carrera, todavía me suelo despertar en medio
de la pesadilla de seguir con la bioquímica pendiente. Un hueso duro de roer. Y
es que, igual que a los muertos hay que enterrarlos, las asignaturas pendientes
para ayer es tarde superarlas.
Esta
introducción me puede servir de hilo conductor de lo que vengo a hablar.
También tengo asignaturas pendientes televisivas. Lo peor de éstas es que son
más difíciles de recuperar (no tengo yo paciencia suficiente para Internet y
demás).
Durante los
años de instituto, sufrí el ostracismo por no seguir AL SALIR DE CLASE, y
aparte de comentar el extraordinario parecido entre Lucía Jiménez y mi amiga
Mercedes Caparrós, era incapaz de seguir una conversación sobre dicho melodrama
(lo siento pero, hasta donde sé, lo era). Me quise subir al carro de NADA ES
PARA SIEMPRE; pero ya sabéis: naufragó.
Aprendí a fuego
la lección de no escaparme a los fenómenos de masas. Por eso me enganché a las
primeras ediciones de GRAN HERMANO y a OPERACIÓN TRIUNFO. El primer café de la
mañana de los martes en la facultad se llenaba de tertulianos expertos en OT y
ahí estaba yo: en la cresta de la ola. Por supuesto.
Perteneciendo a
esta generación que se niega a crecer y que se retroalimenta de sus recuerdos
ochenteros (mea culpa), algunos
títulos de la infancia resultan imprescindibles en cualquier tertulia gintonic. Me resulta penoso tener que
admitir que en temas como LA ALDEA DEL ARCE, BIO-MAN o el programa de Eva
Nasarre, por ejemplo, puedo llegar a partir la pana (pequeño gesto de soberbia,
lo siento), tengo que refugiarme en mi capullo de seda si salen a colación LOS
CABALLEROS DEL ZODIACO o BOLA DE DRAGÓN. Esas asignaturas a las que nunca me
presenté.
Nat i Montes Barqueros
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