sábado, 29 de octubre de 2011

BUSQUE, COMPARE…


No hace muchas semanas, hablando de la publicidad televisiva, comenté en estas líneas como ésta pretende de manera continua que la imitemos. Quizás, el cortocircuito (que no la fuente de energía) de la crisis que sacude al Planeta entero, haya sido el “Consumo, luego existo”. No voy a descubrir el pegamento Imedio, afirmando que en esta sociedad de intereses creados, la publicidad nos dice qué es exactamente lo que necesitamos.
Lo que pasa es que el otro día, la persona con la que vivo (Suuuuuuuuuuuuuuuuny!!!!!!) y yo vivimos un gran momento de gloria al caer en lo absurda de algunas de esas necesidades impuestas.
Yo me pregunto si llegará el día en que una amiga me invité a un café en su casa y yo, como el que no quiere la cosa, sacaré de mi bolso de Mary Poppins un ambientador. Que sería tanto como decirle: “Mira, hermosa, aquí huele a aliento de león borracho”. No creo que haya sido un buen consejo publicitario.
Pero seguimos frente al emisor catódico, a ver si sacamos algo productivo. De repente, el tronco de una mujer es acariciado por una mano. Delicadamente. Por encima del ombligo. Debajo del pecho. Música suave. El anuncio es de una compresa de un nuevo tejido delicadísimo. Para mis adentros, me reafirmo en mi total inutilidad. Resulta que las compresas se ponen encima del ombligo. Debajo del pecho. Mira que, en todo este tiempo, ni he tenido el detalle de escoger una música sensual para colocarla. Qué desastre.
Claro, que esto no nos descubre nada nuevo. Y la publicidad es el maravilloso mundo donde todo es posible. Hasta hay un agua mineral que, contradiciendo las leyes de la Física, es capaz de diluir la grasa corporal. O esos Lactobacillus ultrapoderosos que llegan al intestino a pesar de la lava ácida que es el jugo gástrico.
Quizás, este artículo me esté quedando demasiado femenino olvidando desodorantes que hacen caer a los pies de infames panolis a enfermeras monumentales. O champús que llenan el lavabo de pin-ups bailando.
Porque la publicidad es sobre todo ilusión. Y la ilusión es sobre todo, des-ilusión. Todavía, hay días que me levanto con el “Voy a pasármelo bien” de Hombres G repicando en mis sienes y, en la cocina, no hay un chulazo que me tiene listo el desayuno (equilibrado, por supuesto). Qué le vamos a hacer.

lunes, 24 de octubre de 2011

AUDREY NO DESAYUNABA


Esta semana, me voy a saltar alguna de las reglas que me impuse a mí misma cuando accedí a esta colaboración casi semanal. Para mí, la razón está más que justificada: uno de mis mejores amigos –no lo nombro por si se molestase- me ha echado algo en cara.
No es nada serio, desde luego. Pero creo que tiene toda la razón. Les pongo en antecedentes. Hace unos días, se ha conmemorado el 50 aniversario del estreno de DESAYUNO CON DIAMANTES; una película de la que según él, fui la primera en hablarle y que, por varios motivos, nos fascina a los dos. Me reprochaba la falta de homenaje por mi parte en el feisbuk.
Tendría yo unos trece años, cuando las televisiones generalistas todavía se lo hacían bien y daban películas que entrarían dentro del conocido como “Cine Clásico” –no necesariamente “antiguo”, como siempre me puntualiza mi hermano-. Pues fue una noche de junio, cuando Antena 3 (lo recuerdo como si fuera ayer) me regaló mi primera vez con DESAYUNO CON DIAMANTES.
No sé qué vi a esa edad en esta película. No podía entender mucho más allá de la historia de alguien que sueña con poder comprar algo en Tyffany’s, que organiza fiestas que incordian a los vecinos y que ha huído de una vida provinciana que se le quedaba grande o, quizás, pequeña.  
Tal vez, fue un sentido estético - parte del choque emocional de ver a John Hannibal Smith, líder de EL EQUIPO A (George Peppard)-. Si me lo preguntan a mí, el mito Audrey Hepburn, nace con DESAYUNO… Resulta imposible imaginar a Marilyn Monroe (candidata de Truman Capote) o Kim Novak (candidata de ella misma) cantando, guitarra en mano, Moon River en el alféizar de la ventana dedicando cada sílaba al curioso y mantenido vecino. Imposibles las curvas de estas actrices enfundadas en el largo vestido negro. Porque lo que sí entendí pronto es que Holly-Audrey de lo que sí tenía aspecto (impecable en Givenchy, desde luego) es de no desayunar nunca ni en Tyffany’s ni en ningún otro lugar.
Daba igual lo que Hepburn hiciera en esta película. Hablando de la manteca de cacahuete, sentada en una bañera-sofá haciendo ganchillo, recogiendo a un gato sin nombre bajo la lluvia o teniendo un fatal ataque de histeria. Conmociona en cada retina su cara de cervatillo. Un óvalo perfecto. Una actriz que hacía “lo que le daba la gana”.
Poco después, leí la novela de Truman Capote y comprendí la libertad en la versión cinematográfica. Pero qué más da. Por Audrey, lo que haga falta.

lunes, 17 de octubre de 2011

TU VIDA CAMBIÓ


El otro día, una amiga que estaba comentando que desde que probó la ginebra Nosécuál, no bebía otra y que le gustaba especialmente con Shweppes de limón, más que con Fanta. Pensé que ya íbamos para mayores. Parece que con la edad, los gustos giran hacia los amargos y ácidos, en detrimento de los más dulces.
“No eres como ayer”, pensé. Y eso me trajo al jingle más famoso de todos los tiempos, al menos en España: la versión del Every breath you take para el anuncio de Shweppes, que cantaba un desconocido Sergio Dalma.
No sé si ya no presto tanta atención a los anuncios, si los jingles ya no están tan conseguidos o, simplemente, ya no se hacen tantos como entonces. Y digo esto a pesar de que se ha recuperado para otra campaña el Ain’t no montain high enough que, al menos yo, conocí gracias a Movistar. Desde luego, algunos de ellos permanecen en la gloria de nuestros recuerdos individuales y colectivos. Porque da igual de la edad que seas, si eres de España, te sabes la canción del negrito del Cola-cao.
Como cualquier otra canción, nos evocarían a otros tiempos. El problema es que no están en Spotify. ¿O es que no suena tan navideño lo de “Al mundo entero quiero dar…” de Coca-cola, el “Vuelve a casa por navidad” de El Almendro o “Las muñecas de Famosa” que “Los peces en el río”? (Un villancico que, además, miente: los peces del río nunca beben).
Yo que soy una sentimental que se emociona cuando ve las fiestas de fin de curso de los críos en la tele, lloraré el día que vuelva a ver el anuncio de “Chispas”, el de tus primeros aplausos, etc. Ya se nos prometía el éxito con el uso de una colonia. Grandes consumidores los niños.
Cuando hablé de Martes y Trece, olvidé mencionar el anuncio del atún Rianxeira: era del atún, del atún de la atunera… ¿Eran Esteso y Pajares los de “Sin 'Thomp' ni 'Son'”?
Hace unos años, fueron dos campañas publicitarias las que se llevaron el gato al agua y desbancaron a varias candidatas a ser canción del verano. Me refiero al “Veo una vida nueva” de –una vez más- Coca-cola y la insuperable campaña de ONCE: la de la “Medusa del amor”, el “Tú me das cremita” y “Jefe, ¿qué es lo que tiene?”.
En definitiva, la publicidad pretende que la vida la imite. No está demás que nos den alguna banda sonora a cambio.

domingo, 9 de octubre de 2011

VIERNES POR LA NOCHE


Me parece mentira pero van a cumplirse veinte años desde la primera vez que se emitió en España la serie “Sensación de Vivir”. Yo era una cría que estaba en… curso (no lo voy a decir) y, junto con mis compañeros (creo que más ellas que ellos), pasé a ser una más de la legión de fans que esta serie tuvo en España.
No había caído en este aniversario hasta que el otro día vi a Shannen Doherty –Brenda- en su otro gran papel, el de la serie “Embrujadas”.
Parece que siempre me siento obligada a buscar qué razón nos llevaba a hacernos tan fieles seguidores de ésta u otra serie. Con “Sensación…”, parece bastante fácil. Aquellos chicos escenificaban ser lo más de lo más. Estudiaban en un High pijo, pero todos parecían bastante majos. Nos hacían creer que eran un grupo diverso porque habían aceptado a la empollona, al rapero capullo y a los mellizos que venían de de la lejana Conneticut. Vestían a la última y tenían unas apasionantes vidas que, a mis ojos de entonces, sólo eran posibles entre los vecinos de Beberly Hill. Esto al margen de las curas de humildad y ejemplificación que nos daban. ¿Qué clase de problema era tener un examen de matemáticas si la madre de Dylan era una vidente pirada o si la pobre Brenda había sido víctima de un atraco?
Era una serie de adolescentes cándidos para un público cándido, como éramos nosotros. Como mucho, a veces nos mostraban que el mundo es un medio hostil pero con el apoyo de la familia y los amigos todo se supera. Qué grande es América. Y nuestros padres accedieron a que los viernes por la noche los ocupáramos viendo a esta pandilla, creo que en detrimento del “1, 2, 3”.
Pero la productora quiso entonces abrirse a un público más extenso y creó “Melrose Place”, que no era tan cándida ni falta que le hacía. Personalmente, la veía por inercia, porque venía detrás de “Sensación…”, porque, desde luego, de aquellos argumentos yo no entendía mucho, la verdad. Creo que fue mi primera serie “de mayores”, y sus tramas eran, de lejos, lo más retorcido que he tenido que asimilar en la vida; aún ahora que ya soy veinte años mayor. Nos metieron con calzador y sin epidural lo que significaba tener un jefe tirano, ser una mujer maltratada, la búsqueda desesperada de un embarazo, la infidelidad y hasta el acoso laboral. Muy fuerte para nuestro universo de cartas de olor.
Poco a poco, las“Sensación…” se acercaban más a las de tramas de “Melrose Place” y se alejaban de su inocencia inicial. No sé si es que no lo entendíamos o nos aburrieron pero muchos dejamos de verlas. En honor a aquellos viernes por la noche, a veces tarareamos el tema de la cabecera. Ta-na-na-ná, ta-na-na-ná…