viernes, 19 de agosto de 2011

SÚPER-PLOF!!!!


A mediados de mayo, nos dieron el sopetón: nunca más SuperPop en el kiosco. Nunca más pósters ni pulseritas de caucho. Nunca más olor a revista recién comprada cada dos viernes. Obviamente, hacía un millón de años que no la compraba pero creo que ha sido una pérdida generacional importante (con –casi-todas mis amigas lo comenté).
Puede parecer una reacción histriónica pero en la educación musical, sentimental y, hasta quizás, sexual (no digamos que acertada) tuvieron más peso publicaciones como ésta que la televisión (con permiso de Tocata y Rockopop), los amigos o, en muchos casos, los padres. Y estoy hablando de una generación entera que nunca olvidará que los M&M’s se derretían en la boca y no en la mano y que aliviaba el acné con Clearasil.  Aunque muchos escaparan, claro.
Hasta aprendimos a peinarnos. Porque el estilo lo imponía SuperPop con sus accesorios e ideas para imitar a la famosa de moda. El verano del 89 vino marcado para mí por la Primera Comunión y la moda neón (fosforita, la llamábamos entonces) de sus cintas de regalo.
Y  el momento cumbre llegó con el póster de cartón piedra del David (Mike Silver) de Long Island; o lo que es lo mismo: Kirk Cameron (“Los problemas crecen”) a tamaño natural en kimono de karateka. Justin Babier  puede ser más guapo, pero Mike fue nuestro primer amor (y Babier JAMÁS acabará en mi armario empotrado). Antes de Kirk, ¿qué era un tío bueno?
Años más tarde, las niñas (nos llamábamos “crías”) de mi clase de 5º alborozábamos alrededor de los coleccionables de “Sensación de vivir” y una enésima generación de “novios” encabezada por Jason Priestley y Luke Perry (que separaron España como Pantoja y Jurado).
Nuestras carpetas “customizadas” con los pósters que ya no cabían en la pared no hubieran sido las mismas si no hubiésemos llenado los separadores con las dedicatorias de la SuperPop. Permítanme una candidez: en el siglo XIX, un tal Gustavo Adolfo (léase “Lli-Ei”) alguna rimilla le hubiera dedicado a Julita Espín (“la Juli”).
O, ¿es que no entendimos mejor el inglés con la transcripción de las canciones de New Kids…, Madonna o Take That? Bravo por nosotros, púberes de este país antianglófono por definición.
Ahora, nos reímos de chonis y jonanthans, pero quince o veinte años atrás, nosotros pelábamos la pava con tupés enlacados y camisetas de Acid. No teníamos a Melendi pero un grupo hortera nos insinuaba que, nadando, parecíamos sirenas.

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