viernes, 19 de agosto de 2011

SOY PAVA


Tengo que reconocerlo y admitirlo abiertamente. Salir del armario de mi fingido salero: soy pava! Me emociono hasta cuando veo las fiestas de fin de curso en telecaravaca.
Parte de mi pavismo se puede deber a la carga genética (entiéndanme, “soy bióloga”). Pero creo que los “factores ambientales” también han venido a modificar mi ya débil conducta.
En otro ejercicio de memoria, tengo que descargarme sobre “Cristal”, la telenovela paradigma de todas las demás. Se empezó a emitir en España en 1990, pero llegaba con retaso desde Venezuela (había sido rodada entre 1984 y 1985). Ya habían seguido nuestras madres (o, sobre todo, ellas) otros seriales que marcaron hitos como “Los ricos también lloran” o melodramas estadounidenses que parecían de mayor nivel cultural, quizás porque sus protagonistas eran de mayor nivel social.
Sin embargo, el “culebrón” sólo existió a partir de “Cristal”. Descubrimos que nuestro idioma se podía hablar de otras maneras, a veces difíciles de entender, y aún así tan correctas como el castellano de Vallodaliz. Se me ocurre hasta hacer un breve glosario con expresiones como chévere, me botaron, me perteneces, Lissenssiado,… Lo admito: yo también me he reído.
Pero no es la aportación idiomática la que me ha traído hasta aquí. “Cristal” fue un fenómeno en toda regla (más de diez millones de espectadores lo avalan).
Yo jugaba con mis amigas de la calle a Cristal. Por supuesto, a mí nunca me iba a tocar ser Cristina, la guapa. Yo me elegía ser Victoria, que mi madre decía que era mucho más elegante.
Acostumbrada a la frialdad yanqui, el culebrón sudamericano nos empapó de un sentimentalismo que sobrepasaba lo cursi, efectivamente. Pero, vistas con perspectiva, son historias cargadas de valores buenos en el que la moraleja final es que es mejor el bien que el mal. Quizás pequen de surrealismo, pero Suramérica no se entiende sin él.
Parecíamos un país más avanzado que la lejana Venezuela y, no obstante, nos llenó de pasmo una historia de niños abandonados, madres solteras, amantes, mujeres ejecutivas y divorcios. Al lado de semejantes panoramas, perder un mundial (Italia 1990), no resultaba tan dramático.
No sé qué pretensiones anidaban en los ideólogos de “Cristal”. Yo aprendí del sentimentalismo y la sinceridad. Hasta del valor de salir adelante. Puedo fingir que soy una mujer más culta y recitar citas célebres de autores que no he leído en mi vida pero es que no soy así. Sin embargo, aún recuerdo la canción de cabecera de este culebrón que un día hasta me hizo llorar. No me sorprendería descubrir a partir de ahora que no soy la única que va a salir del armario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario