viernes, 19 de agosto de 2011

AUTOS LOCOS Y CÍA.


Acabo de llegar a casa y me he echado al sofá. Después de todo el fin de semana, imagino que me ha añorado. Un canal temático me da la alegría de la tarde: Los Autos Locos. Otro ítem de mi lejana infancia. Si tengo que dar el nombre de un gran malvado, me tengo que decidir entre el de una maestra del cole “de cuyo nombre no quiero acordarme” y el malo más tonto de todos Pierre Nodoyuna. Como decimos en el Pueblo: qué manera de joder el percal.
Pero no voy a dedicar cuatrocientas palabras a Pierre (que bien las vale). Creo que los dibujos de una época bien se merecen un homenaje.
No sé si mis sobrinos, que son los niños que tengo más cerca, algún día recordarán a Bob Esponja como yo recuerdo las animaciones que seguía cuando tenía su edad. Y es que no sólo nos acordamos de la trama (que es lo que yo menos recuerdo);  no se puede evitar asociarlos al momento en el que los emitían o a la canción de la entrada.
Los primeros dibujos de los que tengo conciencia fueron Candy Candy (hasta tenía una camiseta), La Abeja Maya y Los Pitufos. Aunque fascinación, fascinación es lo que sentía por El Osito Misha. Creo que se debía entre otras cosas a una canción que me parecía entrañable y a que su mejor amiga tenía mi nombre (Natacha).
Tanteando entre mis amigos, lo más seguido creo que fue La Aldea del Arce, Sherlock Holmes (que era lo que se dice “un perro guapo”) y Chicho Terremoto. Todos los veíamos al salir del colegio, probablemente engullendo un bocata de foie-gras.
Con la llegada de las televisiones privadas, los dibujos japoneses entraron en nuestras vidas. Pensando en Ranma, estaremos ante una tímida (o no tanto) inclusión en el Manga. Pero, en realidad, eran historias de lo más inocente cargadas de valores “fair-play”. A parte de Chicho, lo más destacado fue Oliver y Benji (Campeones) o Juana y Sergio.
Habíamos dejado atrás a Hanna-Barbera con El Oso Yogui, El Gorila Maguila, Hucleberry Hound o los destacadísimos Los Picapiedra y Scooby-Doo. Y las mañanas del verano televisivo cada vez estaban más llenas de contenido “adulto” ocupando el espacio que Los Osos Amorosos o Puncky Breuster (en versión dibujos) habían dejado.
Qué homenaje más corto. Muchos de mis contemporáneos recordarán un millón de títulos más. Perdónenme. Ha sido un homenaje hecho a golpe de memoria un domingo por la tarde en el sofá.

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