MUJERCITAS
Pillé por casualidad
el otro día el final de la versión cinematográfica de los noventa de
MUJERCITAS, la novela femenina por excelencia. Una versión que le valió la
nominación al Oscar a Winona Ryder y que tiene como Meg –la mayor de las
hermanas- a una española –Trini Alvarado-. A parte de esto, mi adaptación
favorita.
Debe hacer unos veinte años que leí MUJERCITAS. Si
lo pienso ahora, deduzco que podría ser en varias dimensiones una versión más
americana –y, por ende, menos europea- de mi adorada ORGULLO Y PREJUICIO. Las hermanas March, como las Bennet, no
tienen un duro pero, al menos, les queda la posibilidad de algún día poderlo
ganar o heredar, sin la lucha feroz de buscar un marido.
A parte del sentido
práctico cabe destacar en ambas novelas la entrañable relación establecida
entre las hermanas, a pesar de la disparidad de personalidades que cohabitan
bajo el mismo techo; algo que remueve el corazón de las que, como yo, tenemos
hermanas. Amén de la relación de amistad de Jo y Teddy.
Hay que agradecer a
Louisa May Alcott su reivindicación feminista, una y otra vez vomitada en la
boca de Jo (su alter-ego, creo);
destacando la sentencia “Yo podría haber sido muchas cosas”; algo difícil de
imaginar no ya en aquella sociedad, incluso en ésta.
No es la mejor novela
del mundo; pero yo la leí con pocos años y capté el mensaje. Siempre pendientes
de las grandes vidas, se nos suele olvidar la ejemplificación de otras más
pequeñas y humildes. Si se me permite el ejemplo, veo más grandeza en Jo
vendiendo su melena (su único encanto,
en palabras de Amy) para que su madre pueda ir en socorro del padre herido en
la guerra que en media docena de famosos apadrinando cualquier acción benéfica.
Nati Montes Barqueros
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