MEDALLITAS DE ORO
Cuesta trabajo
frivolizar sobre lo que vemos en la tele con lo que nos está cayendo.
Entiéndalo; sufro de ciertos problemas de atención y concentración. Tengo
–convicción personal, no imposición- que evitar hablar de temas que nos arden en
los ojos cada día a partir de las nueve. Intentaré pasar página.
De todas formas, la
tele siempre está ahí; dispuesta a regodearse en su estupidez que es la
nuestra. O no es la misma pantalla la que denuncia una generación a la que
bautiza como “Ni-Ni” la que recompensa a analfabetos varios que cuanto más
arrabaleros y peor cualificados están, más remuneradas nóminas tienen. Mientras
personal docente, sanitario e investigador se lanza a la calle a clamar al
cielo que, como siempre, mira a otro lado o lanza la pelota a otro tejado. Quién
quiere sacrificarse a los 18 años en la abnegación que es una carrera
universitaria ante este panorama.
Es la misma fuente de
información la que habla de precariedad laboral, de millones de parados, de
reformas laborales la que nos enseña un País de las Maravillas de gente que
esquía en Baqueira y se inyecta bótox o un micrófono que pregunta a un señor
engominado en la puerta de Gucci si se siente representado por los sindicatos.
Mire usted: no.
Daré un último
ejemplo. No habrán faltado las críticas catódicas a Karl Lagerfeld por decir
que la cantante Adele está gorda. Me lo imagino –no lo sé-: presentadora
rejuvenecida demonizando a este alemán frívolo que no ve más allá de sus
narices. Otra cosa es contratar a una periodista sobradamente prepararada pero
con un índice de masa corporal superior al 18 (límite del infrapeso).
No sé porque se
empeñan en Francia en dejarnos en ridículo; en hacerlo nosotros mismos también
somos medalla de oro. Sin dopping, claro.
Nati Montes Barqueros
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