lunes, 7 de mayo de 2012


MAFALDITA
Mafalda no contestó a la pregunta de su amigo Miguelito cuando él cuestionó dónde se rellenaban los formularios de la inmortalidad pero queda claro que ellos, finalmente, los rellenaron.
La pandilla de Mafalda está atravesando la cincuentena y no parece que se hayan desfasado mucho. Hasta los Beatles lo siguen petando (en número de descargas. Legales, claro). El sol sigue saliendo por el living, la luna está por explorar y el mundo es lo que Mafalda pintaba: un viejo enfermo al que le duele el Asia y del que todavía no sabemos el sexo. Ahora nos dicen que no es más que una bola hueca.
A parte de algunas novedades, las cosas no han cambiado mucho en estos cincuenta años. La televisión sigue siendo un bodrio con algunas excepciones. Los titulados huyen al vasto Extranjero y la amenaza nuclear no parece evanescerse jamás.
Como Felipito, siempre parece que estoy a punto de decir algo muy interesante; sin embargo, soy más de sentarme a ver la vida pasar. La pequeña Libertad se aferra a sus impertinencias para hacerse oír mientras, de vez en cuando, se tropieza con la lenta Burocracia.
No han de preocuparnos los fondos para nuestra jubilación si la Tierra es repoblada por la prole de unas cuantas Susanitas para las que le futuro perfecto del verbo “amar” es “hijitos”. Eso sí, tendremos que asumir la existencia de un capitalismo voraz en manos de ineptos Manolitos que venden pesetas a cambio de duros. Rectifico: céntimos a cambio de euros.
A veces, algún Miguelito se cuela en Intereconomía rememorando las hazañas que su abuelo le contó sobre algún dictador. Corrijo: héroe.
Y todos los cambios impuestos bajo una falsa pose de proteccionismo maternal nos asquean a muchos como a Mafaldita la sopa. Nos duele el odgullo, diría Guille.
Nati Montes Barqueros






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