Como estoy en edad casadera pero no lo soy, no me
queda más remedio que pasar por el aro e ir a tantas bodas como sea invitada.
Son actos festivos, donde grupos de personas nos reunimos a celebrar la unión
de una pareja y, durante un día, nos convertimos en los mejores amigos de
personas con las que, en realidad, no compartimos mucho. Esto sería una
definición general. Casi de wikipedia.
Habría que añadir al párrafo anterior el tema de
las mejores galas, tocado o no tocado, tacón, corbatas, etc. Verdaderamente,
los matrimonios merecen tesis sociológicas más allá de las 300 palabras.
Entre las cosas que tienen en común todas las
bodas está todo lo que viene después del café. El rito varía de unas a otras;
así lo hacen el menú y algunas otras elecciones como cortar o no cortar la
tarta. Pero, amigos, míos, algunos títulos musicales son imprescindibles en
toda unión que se precie.
A ver, en un screening
rápido: ¿a cuántas parejas conocen cuya canción es With or without you? Yo, por lo menos, diez. Todas ellas, se creen
la más original. Qué duda cabe.
Bueno, eso para abrir el baile. Cuando las
corbatas ya están desanudadas y los tacones en el maletero del coche lo que más
lo peta es Follow the leader. No se
entiende una boda sin este exitazo. Antes o después sonará You are all I want o Tell me
more de Grease, con numerito de los invitados incluido.
El toque en español lo dará Shakira o los
clásicos de la movida. Ya saben: Cien
gaviotas, A quién le importa, Mediterráneo o las tres. Es opcional: El chiringuito o La barbacoa. Quizás, haya un momento de desmadre colectivo con Salta de Tequila o YMCA de Village People.
El Fary y Manolo Escobar pueden faltar. Pero,
entonces, ya tampoco es lo mismo.
Nati
Montes Barqueros
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