viernes, 29 de junio de 2012

Quién fuera Choni



No seré yo quien se ría de ellas, las critique o las ridiculice. Si no les doblara la edad, sería yo la más choni del mundo mundial; una especie de nueva rica quinceañera. Todo encima, es la clave. Quizás esta década (¿cómo la llamaremos?) sea, en el sentido estético, recordada como se recuerdan los 60 o los 80. Por una moda chillona en la que todo vale y más siempre es más y mejor.
Los que pasamos la adolescencia en los 90 tuvimos una juventud básicamente sosa con el predominio del minimalismo cuya máxima expresión de color radicaba en los cuadros de las camisas de felpa. Las flores y los colores resultaban epilépticos a nuestros ojos y el unisex cubría de gris las aceras urbanas. Los pantalones eran demasiado altos y los jerséis demasiado grandes. No había formas. Todo era básicamente indefinido. Como mucho, se era grunche. No hablemos del táctel. En la cosmética, el marrón lo inundó todo y la manicura francesa era la única permitida. Bien es verdad que la moda nos define, pero también nos contextualiza en el espacio-tiempo. Si miro atrás, lo siento: todo me parecía demasiado uniforme.
Ver la muchachada actual con su colorín, su plástico, su estampado, qué quieren que les diga a mí me alegra. La moda tiene que tener siempre un punto hortera que nos obligue a arriesgarnos. De dónde nacen si no las tendencias. Ridiculizarse a uno mismo tiene tanto que ver con el desarrollo personal como lo es el aprender a leer.
 Yo reivindico desde aquí la estética choni. Bastante blanco y negro hay en el panorama actual. Ya saben: coleta tirante y alta, neón, leopardo, oro a cascoporro. Les agradezco la reconciliación con el esmalte de uñas, los flequillos y el fosforito. Más payasos me parecen algunos con chaqueta y corbata.
Nati Montes Barqueros

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