viernes, 15 de junio de 2012

EL DEBE Y EL HABER


Parece mentira (a mí me lo parece) pero hace ya un año que escribo para El Noroeste. Ésta será la columna número 37. Quizás sea poco tiempo y, sin embargo, ya siento que tengo deudas que pagar. Como cualquier cosa de alto valor, puede resultar difícil realizar el desembolso. Intentaré que las “letras” sean las adecuadas.
Es tan gratificante cruzarme con cualquiera de vosotros y que me digáis (por cierto, creo que es la primera vez que hablo de tú) que leéis la columna, que os gusta, que compartís mis pensamientos, que me buscáis entre las páginas de El Noroeste, que no me lo puedo creer.
Personas a las que adoro, a las que admiro, a las que respeto que se han parado a decírmelo. Que me han brindado quince segundos de su tiempo para dedicarme unas palabras cariñosas. Sé que buscáis un guiño entre estas líneas. Aquí, torpemente, lo tenéis. No hay palabras. O 300 no son suficientes. Por no hablar de las personas que no me conocían y han hecho el ingente esfuerzo (para mí lo sería, de veras) de pararse y dedicarme cualquier palabra amable. Por favor, si me cruzo con vosotros y no os devuelvo un saludo, no me lo toméis a mal. Soy terriblemente despistada.
A un amigo al que estimo muchísimo, le pedí una crítica bronca. Me dio la mejor. Algo así como: “Hombre, no es que se me salten las lágrimas, pero siempre es una columna fresca”. Muchas gracias.
Y, sobre todo, muchas gracias a los que alguna vez habéis hablado de mí a cualquier familiar mío, en especial a mis padres. Gracias por esa sonrisa íntima que me consta que les habéis arrancado. Ese es el regalo más impagable de todos.
Gracias por ser los “tontos” que leen esta columna. A vuestros pies.

Nati Montes Barqueros

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