Parece mentira (a mí me lo parece) pero hace ya un año que escribo para El Noroeste. Ésta será la columna número
37. Quizás sea poco tiempo y, sin embargo, ya siento que tengo deudas que
pagar. Como cualquier cosa de alto valor, puede resultar difícil realizar el
desembolso. Intentaré que las “letras” sean las adecuadas.
Es tan gratificante cruzarme con cualquiera de vosotros y que me digáis
(por cierto, creo que es la primera vez que hablo de tú) que leéis la columna,
que os gusta, que compartís mis pensamientos, que me buscáis entre las páginas
de El Noroeste, que no me lo puedo
creer.
Personas a las que adoro, a las que admiro, a las que respeto que se han
parado a decírmelo. Que me han brindado quince segundos de su tiempo para
dedicarme unas palabras cariñosas. Sé que buscáis un guiño entre estas líneas.
Aquí, torpemente, lo tenéis. No hay palabras. O 300 no son suficientes. Por no
hablar de las personas que no me conocían y han hecho el ingente esfuerzo (para
mí lo sería, de veras) de pararse y dedicarme cualquier palabra amable. Por
favor, si me cruzo con vosotros y no os devuelvo un saludo, no me lo toméis a
mal. Soy terriblemente despistada.
A un amigo al que estimo muchísimo, le pedí una crítica bronca. Me dio
la mejor. Algo así como: “Hombre, no es que se me salten las lágrimas, pero
siempre es una columna fresca”. Muchas gracias.
Y, sobre todo, muchas gracias a los que alguna vez habéis hablado de mí
a cualquier familiar mío, en especial a mis padres. Gracias por esa sonrisa
íntima que me consta que les habéis arrancado. Ese es el regalo más impagable
de todos.
Gracias por ser los “tontos” que leen esta columna. A vuestros pies.
Nati Montes Barqueros
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