jueves, 9 de febrero de 2012

AMIGA INVISIBLE

Queridísima Incógnita:
Te debo tantísimas palabras que es infame ceñirse a 300.
Tantos años juntas. Ni me acuerdo cuándo te conocí. Formas parte de mi imaginario infantil como las natillas, el colegio o un pasodoble cristiano que se llama “Segrelles”. He jugado tanto contigo bajo la mesa de la cocina, que todas mis confidencias son más tuyas que mías propias.
Entonces eras mi alumna, la otra niña que volteaba la comba (atada a una silla) a una saltarina perfecta, mi rival en las cuatro en raya, la ficha verde en la oca o mi vecina preferida que tenía un niño que se portaba muy mal.
En la oscuridad de la noche, te contaba mis problemas y tu voz vacía me revelaba que no había de qué preocuparse mientras que el aire de una caricia me cruzaba la cara secando mis mejillas.
Tuviste tantos nombres y caras. Estabas en tantos lugares y ocasiones. A veces, me he enfadado contigo pero, entiéndelo: es que herías mis sentimientos de veras.
Me hice mayor y la vida social creció en detrimento de ese extraño Yo que habita en los niños pequeños. Pero tú seguiste a mi lado. Si lo pienso, eres mi amiga más fiel.
A veces me pones a dieta o me dices que una onza de chocolate no puede hacerme daño. Los humanos somos así; incluso los imaginarios. Igual me das la razón que te enzarzas conmigo en la discusión más cruenta. Y nos hacemos daño. Tú a mí y yo a ti.
Ayer me crucé contigo. Me mirabas frente a frente al otro lado de un escaparate mientras una dependienta le quitaba las medias a un anoréxico maniquí. Fue entonces cuando supe que te echaba mucho de menos. Aquí tienes parte de lo mucho que te debo.

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