lunes, 12 de septiembre de 2011

TENDENCIAS


Creo que fue Coco Chanel, que algo del tema entendía, la que dijo que “Todo lo que está de moda se pasa de moda”. A lo que alguna vez hemos tenido que añadir: “Gracias a Dios”. Y no hay más que echar un vistazo a alguna película de los 70 o los 80 (que no sabemos qué es peor). Y eso que las tendencias van y vienen y cualquier trapito catapultado al olvido puede ser de repente lo que se dice un must.
Pero dejando los trapos a parte, si alguien hubiera guardado en una caja todas aquellas “cosas” (empleemos este concepto tan general) que alguna vez estuvieron de moda en una caja; la caja tendría que ser necesariamente grande.
¿O es que no se acuerdan del programa Costa Cálida con todos los bañistas del Mar Menor luciendo una especie de cilindro que se abría y valía para guardar el dinero? Qué útil hubiera sido para el móvil.
Retumba en mis sienes un jingle que decía “Toca madela, toca madela”. La moda de aquel verano fueron los chinitos de la suerte que, según el color del chaleco, te la proporcionaban en las tres cosas que hay en la vida: salud, dinero y amor. El mío tenía el chaleco azul. No acierto a adivinar en qué me trajo suerte, la verdad.
Luego, mi hermano aprendió a hacer pulseras con macarrones de plástico. No faltaba quien cogía una caja de la fruta y hacía negocio montando su propio puesto de pulseras en la puerta de su casa.
Pero dejar las cosas así no tenía mérito. A la moda, hay que rodearla de cierta leyenda negra –verdadera o no-. Y si ahora los expertos juran que los tacones de 10 centímetros le producirán a Letizia (oh, Letizia) lesiones incurables y que los hongos de las sandalias de los chinos nos van a pudrir los pies, los “expertos” de entonces (vamos, nosotros mismos) hacíamos correr los peores rumores de aquellas tendencias. ¿Por qué lo haríamos? ¿Seríamos precoces anti-sistema?
El verano de las olimpiadas, algunos se lo tomaron especialmente en serio. Y, si no iban a ganar el oro, pues decoraban el cuello con mil chupetes de plástico transparente de colores. Un plástico maligno que interaccionaba con los rayos del sol produciendo quemaduras muy, muy graves. A la prima de no sé quién, que vivía no sé dónde, le había pasado. De verdad.
No citemos a las cartas de olor –nunca las rellenamos- que intercambiábamos con nuestras compañeras de cole. El polvo que las perfumaba era un potente narcótico, o producía adicción, o irritaban los ojos. Resumiendo: que las drogas son muy malas.
                Esto lo que se dice deseandico que alguien diga que esos tubos llenos de un líquido neón que dan en conciertos y saraos en general producen gripe A de la peor y los retiren de una puñetera vez. ¿O le gustan a alguien?

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