miércoles, 20 de febrero de 2013


CIBERVIDA (y II)

Si bien he escrito en contra, quizás merezca la pena echar un rato para escribir a favor.
Las redes sociales no sólo sacaron lo peor de nosotros; a veces mostraron partes desconocidas que resultaron ser muy interesantes. Una inquietud, una sensibilidad o un interés que a alguien nunca le hubiésemos adjudicado.
Compartir algún vídeo de youtube, me ha acercado a amigos-facebook a los que nunca hubiese adjudicado un gusto similar al mío. “Ese momento mágico en el que descubres que te gusta la misma canción” (o que os cae mal la misma persona). Las redes sociales acercan a gentes distantes que, bajo premisas parecidas, necesitan dar la misma respuesta. Los últimos movimientos sociales no hubieran sido lo mismo sin tan estimable colaboración estelar. Perdón por la obviedad.
Quien no dedica por convicción, como es mi caso, o por lo que sea ni cinco minutos a las noticias televisivas; la red social proporciona una documentación inmediata de lo de los acontecimientos a golpe de índice en el Smartphone (licencia pija de la columna). ¿Sesgada? ¿Inveraz? Claro, como siempre.
Más allá del cotilleo puro y duro (que sí, que también), la alegría de ver una carita conocida y, quizás, lejana en un momento feliz de su vida o en un cambio importante en el devenir de las cosas nos acerca a quien ha formado parte de nuestra vida y ya no tenemos cerca.
Como con la convivencia real, en el mundo de la red social una acaba dando un consejo, una palmadita en la espalda o un buen corte de mangas, según las necesidades del caso.
Quizás el problema sea la falta de tono del lenguaje escrito,  más o menos solventado con los infinitos emoticonos.
Un momento especial en el cibermundo, transcurre en la cama. Todo a oscuras. Una vibración moderada en la mesa, un piloto violeta intermitente. El primer whatsapp de la madrugada…
Nati Montes Barqueros

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