CIBERVIDA (y II)
Si bien he
escrito en contra, quizás merezca la pena echar un rato para escribir a favor.
Las redes
sociales no sólo sacaron lo peor de nosotros; a veces mostraron partes
desconocidas que resultaron ser muy interesantes. Una inquietud, una
sensibilidad o un interés que a alguien nunca le hubiésemos adjudicado.
Compartir algún
vídeo de youtube, me ha acercado a amigos-facebook
a los que nunca hubiese adjudicado un gusto similar al mío. “Ese momento mágico
en el que descubres que te gusta la misma canción” (o que os cae mal la misma
persona). Las redes sociales acercan a gentes distantes que, bajo premisas
parecidas, necesitan dar la misma respuesta. Los últimos movimientos sociales
no hubieran sido lo mismo sin tan estimable colaboración estelar. Perdón por la
obviedad.
Quien no dedica
por convicción, como es mi caso, o por lo que sea ni cinco minutos a las
noticias televisivas; la red social proporciona una documentación inmediata de
lo de los acontecimientos a golpe de índice en el Smartphone (licencia pija de la columna). ¿Sesgada? ¿Inveraz?
Claro, como siempre.
Más allá del
cotilleo puro y duro (que sí, que también), la alegría de ver una carita
conocida y, quizás, lejana en un momento feliz de su vida o en un cambio
importante en el devenir de las cosas nos acerca a quien ha formado parte de
nuestra vida y ya no tenemos cerca.
Como con la
convivencia real, en el mundo de la red social una acaba dando un consejo, una
palmadita en la espalda o un buen corte de mangas, según las necesidades del
caso.
Quizás el
problema sea la falta de tono del lenguaje escrito, más o menos solventado con los infinitos
emoticonos.
Un momento
especial en el cibermundo, transcurre en la cama. Todo a oscuras. Una vibración
moderada en la mesa, un piloto violeta intermitente. El primer whatsapp de la
madrugada…
Nati Montes Barqueros
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